jueves, 3 de diciembre de 2015

El "otro" imperio

Para que no se diga que solo hablamos de la Europa occidental, vamos a dar un pequeño salto en el mediterráneo para aterrizar en el extremo más oriental, el imperio bizantino. Un mundo al que los historiadores rara vez hacemos justicia a pesar de que la gran importancia que tuvo para la realidad europea durante sus más de mil años de historia.


Costantinopla
Costantinopla, el otro imperio: extraido de: http://guillermocracia.blogspot.com.es/


Empecemos con lo básico, qué es un imperio y por qué dicha denominación ha sido tan importante a lo largo de la historia. Un imperio es por definición una entidad política superior a cualquier otra en la que el gobierno se centraliza bajo las manos de un único individuo, el emperador que acumula en su persona todos los poderes necesarios para el gobierno, incluyendo en muchas ocasiones una gran influencia religiosa.

Los imperios se caracterizan, generalmente, por su gran extensión territorial y por su superioridad jurídica y legitimista frente a otras entidades políticas. Obtener el título imperial ha sido una cuestión de gran importancia durante toda la Edad Media y gran parte de la Edad Moderna, debido fundamentalmente al poder legitimador que tenía presentarse como heredero del Imperio romano, punto de referencia para los imperios occidentales.

A lo largo de los siglos se han sucedido diferentes imperios, con características y formas de gobierno propias: el imperio carolingio que se fundamentaba sobre la estructura feudal, el Sacro Imperio Romano germánico que funcionaba, para que nos entendamos, como una suerte de confederación de reinos y principados en Europa Central y cuya dominación no implicaba grandes riquezas o dominios territoriales pero sí prestigio, un emperador poderoso y capaz se convertía automáticamente en arbitro de Europa y durante la Edad Media su poder era únicamente equiparable al del sumo pontífice con la ventaja añadida de que sus dominios territoriales eran mucho más amplios que los papales.

Pero el imperio de mayor importancia, el referente y fundamento de los sucesivos, al menos en el contexto europeo, fue el Imperio Romano. Roma fue la primera potencia capaz de dominar y cohesionar el territorio europeo en un único cuerpo político. Por ello, todos los reinos y estados que de ella surgieron se sintieron responsables de su recuperación, ansiaban convertirse y presentarse como herederos del gran imperio romano.

El Imperio Romano surgió de la mano de Octavio Augusto en el siglo I a.C y se convirtió en la primera potencia del mundo conocido. Durante casi tres siglos su poderío y autoridad fueron incuestionables. Pero la fortaleza de Roma no duró: los problemas internos, la extensión territorial y la amenaza de los pueblos germánicos, debilitaron la estructura imperial y los emperadores se vieron obligados a dividir el gobierno del imperio para garantizar su gobernabilidad. Sin embargo, la división “nominal” fue insuficiente y en el siglo IV Teodosio tomó la decisión de fragmentar el imperio en dos entidades relacionadas pero dirigidas de manera independiente. El imperio de Occidente gobernado desde Roma dominó todo el oeste europeo, incluyendo Hispania, la Galia, Italia, Britania, Germania y Mauretania, mientras que al este se erigía el imperio de Oriente con capital en Constantinopla se hizo cargo de las provincias más helenizadas (Macedonia, Dalmacia, Dacia, Tracia, Acaya) las provincias asiáticas y Egipto.

Pero ni siquiera la gran Roma era indestructible y en el siglo V la debilidad del mundo romano fue superior a su resistencia, las tribus germánicas campaban a sus anchas por Italia y amenazaban la pervivencia del propio imperio, hasta que finalmente en el año 476, bajo el gobierno de Rómulo Augustulo Roma cayó en manos de Odoacro y desapareció definitivamente.

Sin embargo, el “otro imperio”, el imperio de Oriente fue capaz no sólo de sobrevivir y de sobreponerse a las dificultades, sino que asumió el vació dejado por Roma, llegando a convertirse en el gran referente de la cristiandad occidental y ostentando gran parte de su poder durante los primeros siglos de su existencia.

Entre los siglos V y VII Bizancio se convirtió en el símbolo de la pervivencia del imperio romano y como centro de referencia para toda la cristiandad, llegando incluso a recuperar parte del territorio perdido con la caída de Roma. La acción de grandes emperadores como Justiniano o Justino II permitió recuperar la península itálica, el levante hispano y la franja del Norte de África.
Imperio Bizantino
el otro imperio, Imperio Bizantino. Extraído de: http://historiajad.blogspot.com.es/ 

Su influencia no era únicamente política y territorial, el mundo bizantino era un baluarte de la cultura clásica, de la innovación militar y hasta el siglo XI el gran bastión de la defensa del cristianismo. Pero la suerte de Bizancio no duró eternamente, su poder se vio reducido significativamente con la aparición del califato islámico que redujo considerablemente las fronteras imperiales al conquistar Oriente Próximo, Egipto y el Norte de África entre los siglos VII y VIII. Además la aparición del imperio carolingio y la querella religiosa limitó su influencia en el mundo cristiano.  

En 1054 se producirá la separación definitiva entre la Iglesia católica y la ortodoxa durante el Cisma de Oriente. Esta diferenciación religiosa será de gran importancia en los siglos posteriores, puesto que los reinos occidentales la aprovecharan para reafirmar su superioridad moral y jerárquica como herederos del Imperio Romano frente a Bizancio, ya que a pesar de su origen y relación directa con el mundo romano había traicionado la verdadera fe. Las autoridades católicas aprovecharan esta coyuntura para permitir a los monarcas occidentales ocupar, saquear y atravesar Bizancio en nombre de la cruzada, pero en general negaron o limitaron su apoyo al imperio en sus momentos de mayor debilidad y les ignoraron cuando el califato islámico amenazaba sus fronteras.

La situación en Bizancio se fue deteriorando con el paso de los siglos, con un pequeño inciso de recuperación durante el siglo XI - XII gracias a la influencia de la dinastía Comnena, en la que alcanzó su mayor desarrollo cultural y permitió la recuperación del aristotelismo y toda la obra de los intelectuales de la Grecia clásica. La recuperación de la literatura grecolatina cambió radicalmente el paradigma político e intelectual en toda Europa, llegando a occidente a través de la escolástica se inició el largo proceso hacia la creación de un nuevo modelo político, filosófico y social.

El fin de los Comnena fue también el principio del fin para el mundo bizantino, la amenaza islámica se hizo cada vez más fuerte en sus fronteras disminuyendo considerablemente su extensión territorial, hacia el siglo XIII el antiguo imperio se vio reducido hasta ocupar aproximadamente la extensión de la actual Grecia y el oeste de Turquía y en el siglo XV el dominio bizantino se limitaba únicamente al territorio circundante a la propia Constantinopla.  

Finalmente, tal y como le había ocurrido a Roma un milenio antes, en 1453 Constantinopla cayó en manos de los otomanos. La caída de Constantinopla supuso el fin del Imperio Bizantino, pero no el fin del imperio que continuaría ostentando dicha titulación hasta 1917 cuando sean derrotados por las tropas británicas durante la Primera Guerra Mundial. Será en 1923 cuando el antiguo Imperio otomano pase a denominarse República de Turquía tras más de seis siglos de historia. 

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